La tormenta

Es de noche. Alla lejos, donde mar y cielo se confunden, relampaguea una tormenta en silencio. El mar, las palmeras y yo escuchamos inmobiles, reteniendo la respiracion, esperando la señal.
De repente percibo un lejano y sordo ronroneo, una voz amenazadora como de una fiera celestial. Todavia esperan las palmeras, refulgiendo negras contra un cielo en llamas, para hundirse inmediatamente en la oscuridad.
Suavemente les llega la señal llena de promesas. La transmiten, susurrando, de hoja en hoja y a su paso se estremecen las emplumadas palmeras. El ronroneo crece hasta convertirse en rugido, y un ensordecedor trueno rueda a traves de la boveda celestial, sostenido por zigzagueantes columnas de luz pura.
En el susurro de las palmas se mezcla el suave murmurllo de las primeras gotas. ¡Y de golpe esta encima de nosotros! Murmullo y susurro crecen al ritmo de los truenos, hasta formar un coro salvaje. Sin misericordia fustigan los relampagos este concierto de furias hasta el frenesi. Como un espectaculo sicodelico se suceden relampagos, truenos y oscuridad, al compas de sordos tambores y penetrantes trompetas que hacen vibrar la casa, hasta que le hacen castañetear las ventanas.
Tras los ojos cerrados veo luces multicolores.
Pasa encima como un tropel de infernal caceria y se pierde en las negras entrañas de las montañas.
De vez en cuando se escucha un rugido, como un eco, vuelve Zeus a arrojar una lanza de luz al mar, en cuyas aguas negras queda aprisionada para siempre.
Mar y cielo, palmeras y la noche se unen y todo se borra bajo una cortina impenetrable de lluvia tropical.

Oma 1969